No sé si fue por un riesgo calculado, por si las cosas se dieron así por los tiempos congresales o por desplante torero, pero la aprobación este martes de la ley de Servicio Civil (algo muy positivo), en vísperas de la jornada de protesta de hoy de la CGTP, le va a dar combustible a la misma.
Veamos si
la separación de cuerpos entre Ollanta y la izquierda ya es total o si
Huamán aún controlará sus huestes por aquello de todavía anhelar una
posible reconciliación (no olvidemos que la CGTP
llegó a controlar, como no lo hacía desde Velasco, el Ministerio de
Trabajo a comienzos de este régimen). Por el grado de violencia
callejera se podrá medir la profundidad de la ruptura entre el
oficialismo y la izquierda. Y estas peleas suelen ocurrir. Ya se vio
incluso entre Evo y la COB o entre Cristina K y el sindicalismo peronista.
Uno no puede menos que contemplar con envidia
las recientes primarias electorales chilenas, donde los dos principales
bloques han elegido a sus candidatos presidenciales (Bachelet y
Longueira, respectivamente) con el voto voluntario de millones de
simpatizantes. Esa sí es una muestra de un sistema político muy
institucionalizado, a años luz del nuestro y de la mayoría de
Latinoamérica (solo Costa Rica y Uruguay tienen democracias igual de
institucionalizadas). La izquierda local ha anunciado que va a organizar
una elección similar, pero eso suena a promesa a lo Villarán…
Los resultados muestran una gran
polarización, tipo la yanqui de estos días. Bachelet se ha puesto
rojita, con un plan de convocar a una nueva constituyente, subir los
impuestos a la renta y crear una AFP estatal,
mientras el brillante Longueira se asemeja a un republicano gringo. No
creo, como sostienen algunos, que Bachelet la tenga fácil: Longueira es
muy, muy hábil.
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