En los países anglos se suele decir que “no news are good news” para referir que la ausencia de noticias ya de por sí son buenas noticias. En el caso del último discurso de 28 de julio de Ollanta hay algo de esto: la ausencia de anuncios de iniciativas polémicas ya de por sí ha sido bueno.
El tema de la confianza venía aún muy
convaleciente como para mover el cotarro con aventuras. Suficiente con
este discurso administratoide por el momento, más aún tras haberse visto
que Ollanta no quería mover las cosas al haber mantenido casi intacto
un gabinete donde hay carteras que ameritaban cambios.
Hubiera sido esquizofrénico no mover
ministros y ponerse a anunciar iniciativas: el paquete debe venir
completo o no. A este gobierno no se le puede exigir más que el intento
de un buen manejo administrativo, pues carece de imaginación y de
capacidad política. Si se ha optado por mantener a un premier sin manejo
político –y el mismo Humala carece de liderazgo–, un discurso
presidencial muy politizado hubiera sido hasta suicida. Lo ideal hubiera
sido que Humala tendiese puentes y bajase la crispación con sus
antagonistas políticos. Si no hizo esto, entonces lo menos malo ha sido
este discurso soso y burocrático. A veces lo menos malo es lo mejor en
determinadas circunstancias.
Insisto ante los tuiteritos: para mí, una
marcha que no sea de “cuatro gatos” es una que lleve por lo menos 10 mil
marchistas o poco más del 0.1% de la población limeña. Menos que eso,
no es nada. Lima es una ciudad que tiene cerca de 9 millones de
habitantes, así que venir a decir que mítines de tres mil personas como
este último de la CGTP o aquel de dos mil personas de ‘Jacinto Díaz’ como “masivos” y de relevancia política es un chiste digno de ‘Melcochita’.
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