No podría empezar esta columna sin manifestar mi repudio a los asesinatos de universitarios en Venezuela a manos del fascismo chavismo, y mi solidaridad con la gente pensante y valiente de esa nación que no se deja sojuzgar por el imperialismo comunista cubano, que maneja al ignorante ese de Maduro y a esa sarta de indignos militares y ayayeros que lo sostienen –básicamente por corrupción–, apoyados en una oclocracia de ociosos comprados a punta de una parasitaria ‘asistencia social’.
Es increíble como un país que por décadas fue
un modelo de bipartidismo democrático y aún sigue siendo uno de los
principales exportadores de petróleo haya caído totalmente en manos de
los hermanos Castro y que su rica economía haya tocado mínimos por ese
modelo velasquista que han aplicado a rajatabla. ¡No tienen ni papel
higiénico para limpiarse el poto y votan por el chavismo!
Gran lección para los peruanos: no debemos
bajar la guardia ante esa serpiente que es la izquierda, venga
disfrazada de campesino gemebundo, tía bacán, curita verde, político
radical, caviar sofisticado, ecologista preocupado, juez sabihondo,
artista posera o llorona oenegera. A esa izquierda no se le puede dar un
milímetro, que en cuanto puede abre sus voraces fauces y se inserta
cual parásito, para luego crecer y crecer, hasta matar al cuerpo que lo
cobija. El castrismo ya ha capturado a Venezuela, Nicaragua (donde
Ortega ya consiguió insertar la reelección perpetua) y Bolivia, teniendo
de simpatizantes o alcahuetes a Argentina, Brasil y Ecuador. Aquí
también estuvo a punto de gobernar y destrozarnos, pero salió del
gobierno gracias al comunista de Gregorio Santos, al que nunca le dejaré
de agradecer de haberse tumbado a Lerner y su circo, amén de que Humala
vio la luz o algo así.
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