Muy malos han sido estos últimos meses para los caviares. Primero perdieron a su bastión P.21 y su influencia desmedida en el Decano. Su otrora vigorosa fuerza mediática en Lima se ha reducido a "líderes de opinión" -caviares, rojos y fujicaviares- que sólo se escuchan entre ellos y a un vocero republicano que tan sólo vende unos escasos 15 mil ejemplares diarios (y 25 mil los domingos). Sin embargo, conservan aún un bastión fuerte: las radicales radios provincianas rurales.
Otra pata del trípode de poder caviar peruano son las ONG, las cuales han quedado financieramente muy debilitadas por esta crisis mundial. Y su prestigio frente a la ciudadanía ha quedado bastante mellado por sus excesos, particularmente desde que una de ellas envió esa carta de defensa al MRTA a Europa y otras erigieron un monumento donde figuraban nombres de terroristas. Salvo sus contados fans universitarios, el resto de la ciudadanía las ve con hostilidad, recelo o indiferencia y ellas bien que lo saben.
Pero el corazón del sistema caviar es la Universidad Católica, que se ha vuelto un emporio inmobiliario donde el dinero entra a chorros. Ese es su think-tank, el lugar de la chambita segura, su semillero de cuadros, su nexo con instituciones prestigiosas del exterior, su editorial, su generadora de eventos... Muchos de ellos no deben haber dormido este fin de semana tras el fallo a favor de Cipriani, que en puridad -al margen de simpatías o rechazos- es justo, dado que Riva-Agüero ordenó en el penúltimo (1938) de sus varios testamentos que el arzobispo de Lima presida una "junta perpetua e insustituible" para administrar su herencia. Los caviares alegan que eso acabó en 1964 a los 20 años de la muerte del intelectual (¿entonces por qué Jorge Avendaño actuaba allí como mandante de la Iglesia a comienzos de los 70? ¡Es incoherente que él diga que todo acabó en 1964 si trabajó en eso en los 70!), tal como figuraba en el testamento de 1933, pero en estos legados lo que vale es la última de todas las voluntades. Por eso tampoco fue válida la cesión que les hizo de la universidad el arzobispo limeño Vargas Alzamora en 1994, dado que se estaba obviando lo que Riva-Agüero ordenó y eso iba en contra de lo que estipula el testamento. Guste o no, Cipriani tiene toda la razón.
Y esto no significa, como los caviares seguramente van a decir para agitar al estudiantado (próximo paso), que se acabaron las minifaldas, el librepensamiento, etc. en la PUCP y que se viene el convento.
Cipriani no puede entrar en la parte académica, pero sí exigir respuestas a hipotéticas preguntas, posiblemente incómodas, sobre el manejo económico como... ¿Por qué las pensiones son tan elevadas si existe un flujo altísimo de caja por Plaza San Miguel y otros bienes? ¿Por qué no se atienden las demandas salariales tan razonables del sindicato de trabajadores? ¿Por qué determinados profesores ganan mucho más que los otros? ¿Por qué Lerner ha creado un burocrático Instituto de Derechos Humanos cuando esos profesores bien pueden asimilarse a la Facultad de Derecho? ¿Por qué sólo se le pone publicidad a determinados medios? ¿Por qué se contrató a éste y no a éste? ¿Y estos viajes? ¿Por qué se hicieron estas inversiones? ¿Este gasto a cuento de qué viene? ¿Cuándo está lista la auditoría general de los últimos 20 años que se ha exigido que se haga con un contador independiente?
Huy, esto se pone bueno.
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