La interminable hostilización judicial al recientemente fallecido Camet constituyó una de las más refinadas exhibiciones de sadismo por parte de nuestros procuradores, fiscales, jueces y la izquierda, que se dedicaron sistemáticamente a atormentar a un anciano, cuya única culpa fue haber sido un eficiente ministro de Economía.
Que te pases de los 76 a los 86 años con
constantes arrestos y paseándote por el PJ –donde 13 meses atrás una
aparatosa caída por las escaleras le rompió el cráneo y le hospitalizó
hasta su deceso– para que recién al fin de tus días te absuelvan de un
cargo, que a simple vista era manifiestamente absurdo, solo demuestra lo
enfermo que puede llegar a ser nuestro país, la insensibilidad de
nuestra justicia y lo repugnantemente retorcida que es nuestra repulsiva
izquierda local, que al final de cuentas es un monstruo histérico (como
diría Jiménez) de cuerpo de cerdo, cabeza de buitre y colmillos de
vampiro. Hay que escuchar cómo santifican a sus muertos cuando,
precisamente, de estos partieron acosos judiciales incesantes, como los
que martirizaron a Alberto Bustamante, José Dellepiane (de quien
Montesinos hablaba pestes en los videos y con quien toda la desmemoriada
caviarada trabajó en la reforma del PJ. ¿No, Diego?), el general Chacón
y Camet. Incluso, por la izquierda se hicieron atrocidades legales,
como cambiar la norma para que el delito de peculado alcance a quienes
no eran funcionarios públicos, algo que en ninguna parte del mundo se
acepta (¿No, César?). Bueno, aquí también se revocan indultos
presidenciales, se anulan vacancias ediles o te notifican fallos
posteriores con fechas anteriores. ¡Qué justicia!
Por lo menos, Camet tuvo la satisfacción de
lúcidamente enterarse de que había sido absuelto y de recibir un
oportuno homenaje de la Confiep.
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