Lo tragicómico… Ayer recordaba cómo en una firma que conozco bien –y que está por venderse– a un experto se le ocurrió sacar un producto no acorde con los tiempos y de la manera más torpe posible (le aconsejaron que mejor optara por Educación. No escuchó).
Arrancó pésimo. Además de unas iniciales
estimaciones absurdamente optimistas de ventas, se le ocurrieron cosas
suicidas: un precio demasiado alto, replicar el nombre de otro producto
de la firma de naturaleza absolutamente distinta y regalar varias
primeras producciones en lugar de hacer publicidad. ¡Solo Alá podría
salvarle!
Lo último costó muelas, fue ineficaz y les
hizo creer a los clientes que lo ofertado era gratis (lo cual agravó su
rechazo al seguirle un precio muy alto). El producto nunca pegó, pierde
millones y solo vende un poco más cuando se regalan cosas caras junto a
este. Lo lógico sería cancelarlo, pero nadie admite errores… También
había otra marca que perdía plata a mares. Lo cuerdo era también
cerrarla, pero se respondía que no porque “había que preservar el valor
de esa marca (¡si hasta GM cerró a la señera Pontiac por perdedora)” y
porque lo que esta vendía “se iría a la competencia (¡era poquísimo!)”.
Se le pidió insertar más los productos en el
verano, con venta directa en playas, peajes y en las bodegas de los
clubes de Asia. Lo que hizo fue poner un local (¡hasta con anfitriona!)
en un megacentro comercial playero (¡solo pagar ese sitio carísimo se
comía las ventas en la zona!) para “reforzar las marcas”. ¡Plop!
Peor aún, se le ocurrió, además, contratar
una palabrera consultoría extranjera carísima, de experimentos absurdos y
sin retornos que la justificaran. Ay… Me imagino que ya ahora andará
buscando trabajo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario