viernes, 16 de agosto de 2013

Expertos...


Lo tragicómico… Ayer recordaba cómo en una firma que conozco bien –y que está por venderse– a un experto se le ocurrió sacar un producto no acorde con los tiempos y de la manera más torpe posible (le aconsejaron que mejor optara por Educación. No escuchó).

Arrancó pésimo. Además de unas iniciales estimaciones absurdamente optimistas de ventas, se le ocurrieron cosas suicidas: un precio demasiado alto, replicar el nombre de otro producto de la firma de naturaleza absolutamente distinta y regalar varias primeras producciones en lugar de hacer publicidad. ¡Solo Alá podría salvarle!
 


Lo último costó muelas, fue ineficaz y les hizo creer a los clientes que lo ofertado era gratis (lo cual agravó su rechazo al seguirle un precio muy alto). El producto nunca pegó, pierde millones y solo vende un poco más cuando se regalan cosas caras junto a este. Lo lógico sería cancelarlo, pero nadie admite errores… También había otra marca que perdía plata a mares. Lo cuerdo era también cerrarla, pero se respondía que no porque “había que preservar el valor de esa marca (¡si hasta GM cerró a la señera Pontiac por perdedora)” y porque lo que esta vendía “se iría a la competencia (¡era poquísimo!)”.

Se le pidió insertar más los productos en el verano, con venta directa en playas, peajes y en las bodegas de los clubes de Asia. Lo que hizo fue poner un local (¡hasta con anfitriona!) en un megacentro comercial playero (¡solo pagar ese sitio carísimo se comía las ventas en la zona!) para “reforzar las marcas”. ¡Plop!

Peor aún, se le ocurrió, además, contratar una palabrera consultoría extranjera carísima, de experimentos absurdos y sin retornos que la justificaran. Ay… Me imagino que ya ahora andará buscando trabajo…

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