viernes, 9 de agosto de 2013

Welcome to reality, children...


Hace décadas asistí a una cena con Haya como invitado central. Alguien le preguntó por sus tratos con Odría, y Haya respondió que en la política había que ajustarse a la realidad y que, gustase o no, en 1962 Odría había quedado tercero (28%) tras FBT (32%) y Haya (33%), además de ganar en Lima.

 
“¿Cómo no negociar políticamente con casi el 30% del electorado, a pesar de la corrupción y represión odriísta? Eso no era realista”, se preguntó. Algo similar ocurrió con el mismo Haya, que también representaba un 33%, además de monopolizar el norte. Por eso, la derecha más lúcida (Prado y Beltrán) de ese tiempo decidió tender puentes hacia el Apra, pues no había más remedio que integrarla al sistema político, a pesar de los terribles excesos apristas que habían generado ese hasta comprensible antiaprismo.

Algo de eso sucede hoy en día con el fujimorismo, donde la rojicaviarada rabiosamente antifujimorista imita a la más rancia oligarquía antiaprista. Los últimos sondeos y la votación presidencial pasada revelan que el 25% del electorado es fujimorista; uno de cada cuatro votantes sufraga naranja (y dudo mucho que Haya hubiera sacado 48% en una segunda vuelta). Lo cuerdo es atraer al fujimorismo al ‘mainstream’ político, limándole sus aspectos repudiables y olvidando un poco el pasado, que los 90 fueron fruto de las barbaridades anteriores y de una coyuntura apocalíptica. Y ya pasó. Facilitemos esa asimilación institucional, como ya sucedió con otros partidos de origen autoritario: el franquismo se convirtió en el PP (España), el pinochetismo en la UDI (Chile) y Arena enterró a d’Auibuisson (El Salvador). A ver si la rojicaviarada/vargallosismo maduran de una vez, que los odios y marchitas/tuits disforzados no suplantan a la Realpolitik.

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