jueves, 3 de octubre de 2013

Coleguitas...


El rojo Lévano menciona este domingo en La Primera a mi difunto padre con su usual agria mala leche. Veamos verdades y mentiras:

1) Fue tan animador como sus hermanos en la difusión de las obras de JCM (que tanto bien le hicieron estas al país ya es materia de otra discusión).

2) Efectivamente, nunca fue amigo de Lévano. Era muy selectivo con sus amistades y no se juntaba con “poquita cosa”, como una vez me describió mi tío Javier a Lévano, a quien llamaba “Edmundo”. 3) Haya injurió a mi abuelo, pero después se disculpó y varias veces. 4) Mi padre nunca fue aprista. Era muy amigo de Haya y le ayudó mucho en la clandestinidad, pero votó –lamentablemente– siempre por FBT (56/62/63) cuando Haya candidateó a la presidencia. Sólo votó por Haya, como homenaje, para la C-79. Alva Castro peca de amable ligereza cuando lo califica en su libro de aprista (y tampoco nunca fue un comunista de mierda, valga la redundancia). Con su carácter, nunca hubiera tenido ningún problema en ser públicamente un militante.

Más bien Lévano debería contarnos por qué abandonó Caretas en su hora más difícil –con la dictadura de Velasco–, en diciembre de 1974, o aclararnos esa historia de que valientemente ‘hizo teatro’ con una enfermedad para que Morales Bermúdez no le deporte a Jujuy (Argentina) en mayo de 1978, como me aseguran algunos veteranos comunistas que poco le quieren (algo comprensible). O sobre esa servil carta que su ídolo, el rojo Delfín Lévano, le envió al ultra conservador premier Riva Agüero el 14 de diciembre de 1933. En todo caso, el octogenario Lévano está jugando sus descuentos y relativamente pronto podrá conversar con mi padre, sus hermanos, JCM y Haya sobre sus venenosas aseveraciones (si estos se dignan hablarle).

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