Hace poco, el columnista de D16, Alberto Massa, me atacó por haber criticado a Bedoya. Le ignoré, dado el poco peso (no físico pero sí intelectual) del personaje, y a que no se debe gastar pólvora en gallinazos.
Pero ayer me he encontrado con estas perlas inolvidables: “(…) otras como jardinero (nota: Fujimori), sin limpiarse las legañas ni pasado un peine por la cabeza”. O: “En párrafos precedentes he rechazado la figura de Hitler, pero algunas noches pienso en la utilidad, no de los campos de concentración, pero sí de los hornos crematorios. No merecemos llegar, indiscriminadamente, como turistas (nota: los peruanos) a los países desarrollados”.
O sea, para Massa un jardinero es el
paradigma de un hombre sucio, la colosal tragedia del Holocausto se
puede banalizar para justificar el rigor penal y los peruanos no somos
dignos de ir sin visa a Europa. Ni qué decir de su anterior ‘Mi casera’,
donde, cual corregidor Arriaga, compara a la acusada de minera informal
Gregoria Casas con su vendedora de chirimoyas. ¿Protestarán algo los
rojicaviares? ¡No, pues, Massa es un vargallosista-toledista!
Sigo con otros amigos columnistas, de estos que gustan ocuparse de mí y que me confirman que no necesitamos de PISA
para demostrar la falta de comprensión de lectura. El poetín Juan
Manuel Robles –curioso personaje de mirada lánguida, que otrora al
parecer se alucinaba Elton John por los anteojos exhibicionistas y que
se hace llamar ‘Pálido fuego’ (¿?)– lee un cuento especulativo mío sobre
Gastón y lo entiende al pie de la letra, a pesar de la advertencia
final. Tal vez eso es comprensible en alguien que tilda a Giacosa de
“único e irrepetible”.
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