Si bien en su descargo se puede alegar que el segundo gobierno fujimorista tuvo que enfrentar inesperadas crisis muy potentes (en lo económico tres tormentas a la vez: la crisis rusa que complicó las finanzas mundiales, la crisis asiática que llevó al zócalo los precios de las materias primas y un inusualmente virulento fenómeno de El Niño; en el orden interno, la toma de la embajada de Japón; en lo externo, las negociaciones de la paz con Ecuador y las Convenciones de Lima con Chile), esta administración defraudó a todos por lo muy mediocre que fue –y no estoy aquí evaluando los abusos y la corrupción– en su gestión, paralizando las reformas.
Y dentro de sus mayores pasivos se encuentra haberse suspendido la concesión de Sedapal a tan solo 48 horas de abrirse el sobre económico (por orden directa de Fujimori, convencido por el burócrata sedapaliano Carlos Tsuboyama) o que no se haya completado la privatización de Petroperú con la venta de las arcaicas refinerías de Talara, Conchán e Iquitos, algo también por ‘diktat’ de Fujimori. Hoy sufrimos las consecuencias: Sedapal es una calamidad y este gobierno se va a embarcar demagógicamente en botar al mar miles de millones de dólares para refaccionar a esa vieja cafetera de Talara, solo para que Ollanta haga algo velasquista y se sienta bien con su juguete, que es ‘estratégico’ para su cabeza militar. Ojalé que la corrupción no se una a ese absurdo dispendio. ¡Le metería un baldazo de agua con petróleo caliente a Fujimori en la Diroes por Sedapal y Petroperú!
Y vuelvo a preguntar: ¿Por qué Petroperú no
se descentraliza y vende su carísimo local en San Isidro por unos US$
200 millones para mudarse a su base de operaciones en Talara? ¿O hay
petróleo y gas en San Isidro?
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