La estabilidad cambiaria es clave. Cuando un banco central se ve forzado a devaluar en exceso, se tambalean empresas y deudores, máxime en una economía tan dolarizada como la peruana. Ante una crisis, recae sobre el banquero central la complejísima tarea de decidir la combinación adecuada entre cuántas reservas sacrificar, hasta dónde permitir que se devalúe la moneda, y qué tasas de interés y/o inyección monetaria ejecutar.
Durante la crisis internacional que se inicia en setiembre del 2008 no le han faltado críticos al BCR. Pocos le reconocen el mérito de estar en minoría entre los bancos centrales que mantuvieron la estabilidad cambiaria y financiera. Muchos le han reprochado la "demora y rapidez" en bajar tasas de interés. Concluyo que su desempeño encaja en la película As good as it gets, que protagonizó Jack Nicholson. O sea, tan buena como se puede esperar en el mundo de lo posible.
Si el BCR hubiera reducido la tasa de interés prematuramente, se hubiera corrido el riesgo de una crisis cambiaria. Cierto que las reservas de divisas eran elevadísimas (US$36 mil millones, cifra superior a todos los depósitos bancarios), pero en una situación de pánico nadie se cree nada ni se fía de nadie. Entre setiembre y marzo pasados se acrecentó la preferencia de los inversionistas por los bonos del Tesoro estadounidense. Para retener los capitales en Perú no había otra opción que pagarles una prima de riesgo suficiente (o sea, mantener la tasa en alrededor del 7%). En paralelo, a partir de setiembre el BCR inyectó liquidez adicional en el sistema equivalente al doble del circulante para que los bancos mantuvieran el crecimiento del crédito y pudieran hacer frente a posibles retiros. La inyección nunca es "gratis". Las divisas mermaron de US$36 mil a US$30 mil millones. Ahora repuntan de nuevo. Fue una buena apuesta, porque el BCR pudo mantener la estabilidad cambiaria con un costo moderado de reservas.
México, Brasil y Chile no corrieron la misma suerte. Los brasileños, y sobre todo los mexicanos, perdieron contra el mercado y tuvieron que devaluar alrededor del 50%, y sus pérdidas de reservas cayeron en saco roto. Los chilenos decidieron dejar caer el valor del peso 32% frente al dólar antes que perder reservas. La ironía es que ahora estas monedas se están apreciando. Primero sobredevaluaron y ahora los tipos de cambio van de regreso al punto de partida. La excesiva volatilidad cambiaria tiene efectos negativos en empresas y consumidores. Este es, a mi juicio, uno de los factores que han empujado a estas tres economías a la recesión. El BCR consideró que la solidez financiera del país era suficiente y evitó una maxidevaluación. Su diagnóstico fue el acertado.
Chile pudo empezar a bajar las tasas desde el 8% de diciembre pasado hasta el 0.5% actual porque su moneda pasó por una devaluación acumulada del 32% desde setiembre (y del 50% desde abril del 2008). Había pagado un alto costo devaluatorio. El BCR no pudo iniciar la reducción de tasas hasta marzo porque el sol apenas se había devaluado moderadamente (12%) y dicha caída se mantuvo hasta febrero. No tenía pues el resguardo de una maxidevaluación precisamente por haber sido capaz de evitarla.
Desde marzo, el BCR ha podido reducir las tasas de 7% al 2%. Las tasas de Brasil y México aún siguen a niveles más altos que las peruanas: 8.75% y 4.5%.
¿Cómo puede uno suponer que no habría habido una crisis cambiaria si se hubieran bajado las tasas cuando todavía cundía el pánico y reinaba la preferencia por los bonos del Tesoro de EE.UU.? Soledad la de algunos funcionarios públicos que hacen su trabajo bien.
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