Escribo estas líneas con la información de que el ex alcalde limeño Alberto Andrade dejó de existir hace unas horas. Es realmente una pérdida lamentable y por eso quiero escribir sobre su persona.
La primera vez que escuché sobre Andrade fue hace muchas lunas, cuando un amigo me comentó que el teniente alcalde de Luis Bedoya (hijo), entonces burgomaestre de Miraflores, era muy empeñoso, no dejaba de ascender en el PPC y tenía muchas ganas de asumir esa alcaldía. Agregó que se apellidaba Andrade y que era industrial.
Y lo logró en 1990, gobernando dos periodos y creando un clan político edil miraflorino con su hermano Fernando. Andrade hizo una gestión espectacular en Miraflores, por lo que fue reelecto con el 80%. Es que las gestiones ediles mejoraron muchísimo en los 90 al estabilizarse la economía y por fin se comenzaron a ver obras en la ciudad, se controló la plaga de los vendedores ambulantes, se taparon los huecos que hacían intransitables nuestras pistas y renació una mayor preocupación por el ornato y la limpieza. La capital de los 70 y 80 era un muladar inmenso, repleta de calles tomadas por los ambulantes, con terrales en lugar de parques, pistas lunares por los huecos, con una atmósfera llena de moscas dada la gran cantidad de basura tirada en las calles y "arranchadores" por todos lados. En general, los anteriores alcaldes provinciales y distritales limeños habían sido unos huesos (se vieron obras y empeño sólo hasta la gestión de Chachi Dibós, el primer alcalde de la dictadura velasquista. De allí nada de nada hasta RBC. ¡No se crean esa leyenda caviar-roja de que Barrantes fue un buen alcalde!) y hay que reconocer que con RBC y la nueva hornada por fin se vieron gestiones efectivas.
A Andrade le quedaron chicos Miraflores y el PPC, por lo que se lanzó a la alcaldía limeña con los colores de Somos Perú, derrotando al hábil pero poco carismático candidato oficialista Jaime Yoshiyama. Tras su primer periodo derrotó a Juan Carlos Hurtado Miller -candidato fujimorista asesorado por la colega Rosa María Palacios- y se mantuvo en dicho puesto hasta el 2002, año en que, increíblemente, Castañeda le volteó el partido y le arrebató el sillón de Nicolás de Ribera el Viejo.
Andrade, entre otras cosas, embelleció y limpió Lima, reordenó el comercio ambulatorio, hizo una nueva Vía Expresa de este a oeste y mantuvo una constante y valiente oposición a los excesos del fujimorismo, que lo demolió sin piedad para las elecciones presidenciales del año 2000 con esa estupidez de que era un "pituco" y un sinfín de bajezas de toda índole (en realidad, Toledo llegó al poder porque Andrade y Castañeda quedaron en el camino por estas sucias campañas). Asimismo, fueron muy meritorios sus esfuerzos en tratar de hacer de Somos Perú un partido orgánico, movimiento que llegó a capturar muchas alcaldías por todo el país. Y siempre mostró carácter, además de habilidades administrativas. De acompañarle la salud, podría haber tentado con posibilidades la sucesión de Castañeda de no postular éste a la reelección edil el próximo año.
Ciertamente, jamás simpaticé ideológicamente con Andrade. No me gustaba cómo hacía del antichilenismo más primario una manera continua de hacer política (lo de la fábrica de Lucchetti fue oportunismo puro y en verdad poco interesaron las aves allí) ni tampoco sus instintos mercantilistas y proteccionistas en lo económico (¡Javier Silva Ruete era su referente más liberal en Economía!). En lo político fue algo socialconfuso, cercano al desarrollismo acciopopulista y bastante arisco al reformismo liberal. Pero siempre reconocí que era un tipazo y lo respetaba.
Hago llegar mi más sentido pésame a su familia. La democracia pierde a uno de sus más leales defensores
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