No se confunda al 100% la reciente agitación acaecida en la Selva con esta revuelta en Andahuaylas, que es más claramente la clásica asonada extremista manipulada por el SUTEP de allá (Patria Roja), el muy radical grupo local FEDRA y revanchistas elementos indigenistas, con mucha sazón "etnocacerista", esta vez con la ley de aguas ("¡les van a cobrar por ésta!") como caballito de batalla. Pero no es lo mismo el sur que la Selva.
En ésta no hay líderes políticos abiertamente ultras como Hernán Fuentes o Michael Martínez y sí la más dura pobreza. En la primera de las nombradas es aún más evidente una intención desestabilizadora y más ideologización, además de ser aún más probable la "conexión boliviana".
No hay que olvidar que en Andahuaylas existe una añeja tradición ultra en el campesinado, desde los tiempos en que el misteriosamente desaparecido cabecilla Julio César Mezzich la hizo su feudo con Vanguardia Revolucionaria (Político Militar) y donde después Sendero tuvo una base importante.
Si bien de hecho han existido muchas manos conspiradoras en la de Bagua, hay que reconocer que a esta agitación se unió una deficiente política de comunicación gubernamental (no se supo explicar y promocionar los decretos) y una ingenua estrategia de negociación (el premier Simon le dio todo el protagonismo a Pizango), que, sumadas a una de las peores intervenciones policiales jamás planeadas, terminaron alienando las mentes y corazones de la mayor parte de la población local, que no tiene -a diferencia de Andahuaylas- una fuerte carga ideológica (aunque sí se sienten igual de ninguneados por Lima). Lo que pasó es que les vendieron la idea de que les iban a quitar sus tierras y que no les consultaron porque ellos no iban a aceptar eso. Más que una revuelta típica, fue una tragedia de equivocaciones gubernamentales que fueron acumulándose, además de pasiones exacerbadas por Pizango y los congresistas humalistas y de las cuales se aprovechó el extremismo. Lamentablemente, mucha gente (universitarios locales, observadores extranjeros como "Pocatontas", muchos socialconfusos limeños) se ha engañado y ha visto esto como una especie de romántica gesta ecologista, donde unos idealizados nativos se han enfrentado a una monstruosa conjunción (un explotador EE.UU., unas transnacionales contaminantes, policías genocidas y unos políticos criollos ambiciosos y prepotentes) para defender a la naturaleza de intentos de devastarla con pozos petroleros y deforestarla con soya. Pocos se han ocupado de leer los decretos y constatar que son muy positivos o proponer alternativas a las partes criticadas. La mayor parte de opinólogos y manifestantes limeños no han pasado del nivel de "Pocatontas" y han criticado los decretos sin leerlos ni darles una chance de debate. Más se han llevado por sus antipatías y agendas políticas que por una fría racionalidad o por las ganas de colaborar para que todo le salga bien al país. ¡Hablan incluso de abuso policial cuando ha sido el otro extremo! Somos muy cainitas. Como dijo Piérola, "un país de desconcertadas gentes".
En cuanto a Andahuaylas, posiblemente -salvo excesos o que se esparza a otros lados- se opte por esperar que se aburran o a concretar obras exigidas antes que forzarse una intervención policial (que más bien tendría que ser militar), para la cual hay muy pocas ganas ahora. No hay petróleo ni gas por allí.
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