La ofensiva chavista se ha estrellado contra el orden institucional (Congreso, Corte Suprema y poder electoral) en Honduras y mal se haría en prestar oídos a la versión chavista de que se está dando un golpe de Estado.
Todo se remonta a la elección de Manuel Zelaya, un rico hacendado con cierta carrera pública y política, que se presentó como un centrista moderado dentro del Partido Liberal (o los "rojos", por el color de sus insignias), una de las dos agrupaciones tradicionales hondureñas (la otra es el Partido Nacional o los "azules"), para ganar la Presidencia en el 2005.
Pero repentinamente Zelaya cambió el "chip" en cuanto asumió en el año 2006 y se volvió un chavista ardiente (dicen las malas lenguas que hay muchas razones "verdes" detrás). Es como que aquí elijamos presidente a Castañeda o Toledo y de pronto éstos se vuelvan vasallos de Hugorila. Así, Zelaya no ha hecho más que estrechar sus vínculos con Caracas y su eje ALBA (La Habana-Quito-Managua-La Paz), ante fuertes resistencias de quienes se han sentido defraudados por este cambio de ropaje.
Tras un periodo presidencial bastante mediocre -cuyo mayor logro fue aguantar la subida de los combustibles gracias a compras subsidiadas a Venezuela y cuya mayor polémica fue obligar a la tv y la radio a transmitir gratis dos horas diarias seguidas de propaganda gubernamental-, a Zelaya se le ocurrió violentar todo el procedimiento constitucional vigente y pretender introducir una pregunta más ("¿Está usted de acuerdo con que en las elecciones generales de noviembre del 2009 se instale una cuarta urna para decidir sobre la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que apruebe una nueva Constitución Política?".) en el referendo para la reforma constitucional que permita su reelección. Como allá se usan urnas para cada tipo de elección, esta cuarta pregunta demandaría una más de estas urnas y por eso a esta campaña de Zelaya se le ha denominado "la cuarta urna". Es la típica maniobra chavista para perpetuarse en el poder (el mandato de Zelaya acaba en enero), con una Asamblea Constituyente que se ajuste al "bolivarianismo" y entronice al caudillo chavista local. Esa película ya se vio con Correa y Evo, aunque Zelaya adolece de la popularidad de estos dos (ronda el 10%).
El poder electoral le hizo saber a Zelaya que su pretensión era írrita, por lo que éste le ordenó a los militares que procedan a repartir el material electoral. Obviamente, el jefe de las FF.AA. le contestó que no podía ir en contra del poder electoral y Zelaya lo destituyó. El correcto oficial acudió a la Corte Suprema, la que revocó la arbitrariedad en su contra. De otro lado, el vicepresidente Micheletti y el Congreso le han hecho saber a Zelaya que consideran que está virtualmente loco y que su propuesta no va a pasar.
Inmediatamente, Fidel, Chávez, Morales, Correa, Ortega y los vasallos de las compradas islitas del Caribe han armado chilla sobre un "golpe de Estado" y ya los incautos de la OEA están cayendo en el juego. Cuentan con la ayuda del cura D'Escoto, el ex canciller sandinista que ahora tiene un alto cargo en la ONU.
Zelaya ha logrado sacar parte del material electoral de sus almacenes y pretende distribuirlo con sus voluntarios (sindicalistas e indigenistas rojos), mientras que se multiplican las manifestaciones en contra y los militares patrullan las calles para evitar que turbas hagan de las suyas. Todo indica que Zelaya no llegará muy lejos.
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